jueves, 29 de noviembre de 2012


IMÁGENES DE LA IGLESIA

"Pueblo de Dios". En el Nuevo Testamento (cf. Ef 1, 22; Col 1, 18),  esta imagen adquiere un nuevo centro por el hecho de que Cristo viene a ser "la Cabeza" de este Pueblo (cf. LG 9), el cual es desde entonces su Cuerpo. En torno a este centro se agrupan imágenes "tomadas de la vida de los pastores, de la agricultura, de la construcción, incluso de la familia y del matrimonio" (LG 6).
Cuerpo de Cristo: Cristo es la Cabeza y los cristianos formamos el cuerpo. La imagen viene de San pablo que la usa para explicar la unidad que debe haber entre todos y de todos con Cristo.
La Iglesia es el redil cuya puerta única y necesaria es Cristo (Jn 10, 1-10). Es también el rebaño cuyo pastor será el mismo Dios, como él mismo anunció (cf. Is 40, 11; Ez 34, 11-31). Aunque son pastores humanos quien es gobiernan a las ovejas, sin embargo es Cristo mismo el que sin cesar las guía y alimenta; Él, el Buen Pastor y Cabeza de los pastores (cf. Jn 10, 11; 1 P 5, 4), que dio su vida por las ovejas (cf. Jn 10, 11-15)". (LG 6)
La Iglesia es labranza o campo de Dios (1 Co 3, 9). En este campo crece el antiguo olivo cuya raíz santa fueron los patriarcas y en el que tuvo y tendrá lugar la reconciliación de los judíos y de los gentiles (Rm 11, 13-26). El labrador del cielo la plantó como viña selecta (Mt 21, 33-43 par.; cf. Is 5, 1-7). La verdadera vid es Cristo, que da vida y fecundidad a a los sarmientos, es decir, a nosotros, que permanecemos en él por medio de la Iglesia y que sin él no podemos hacer nada (Jn 15, 1-5)". (LG 6)
También muchas veces a la Iglesia se la llama construcción de Dios (1 Co 3, 9). El Señor mismo se comparó a la piedra que desecharon los constructores, pero que se convirtió en la piedra angular (Mt 21, 42 y paralelos; cf. Hch 4, 11; 1 P 2, 7; Sal 118, 22). Los Apóstoles construyen la Iglesia sobre ese fundamento (cf. 1 Co 3, 11), que le da solidez y cohesión. Esta construcción recibe diversos nombres: casa de Dios (1 Tm 3, 15) en la que habita su familia, habitación de Dios en el Espíritu (Ef 2, 19-22), tienda de Dios con los hombres (Ap 21, 3), y sobre todo, templo santo.
La Iglesia que es llamada también "la Jerusalén clestial" y "madre nuestra" (Ga 4, 26; cf. Ap 12, 17), y se la describe como la esposa inmaculada del Cordero inmaculado (Ap 19, 7; 21, 2. 9; 22, 17). Cristo "la amó y se entregó por ella para santificarla" (Ef 5, 25-26); se unió a ella en alianza indisoluble, "la alimenta y la cuida" (Ef 5, 29) sin cesar». (LG

LA IGLESIA


EDICTO DE MILÁN Y TESALÓNICA
 
Constantino había sido elegido emperador en occidente. Después de que derrotara a Majencio en el 312, en el mes de febrero del año siguiente se reunió en Milán con el emperador de oriente, Licinio. Entre otras cosas trataron de los cristianos y acordaron publicar nuevas disposiciones en su favor. El resultado de este encuentro es lo que se conoce como “Edicto de Milán”, aunque probablemente no existió un edicto romulgado en Milán por los dos  Emperadores. Lo acordado allí lo conocemos por el edicto publicado por Licinio para la parte oriental del Imperio. El texto nos ha llegado por una carta escrita en el 313 a los gobernadores provinciales, que recogen Eusebio de Cesarea (Historia eclesiástica 10,5) y Lactancio (De mortibus persecutorum 48). En la primera parte se establece el principio de libertad de religión para todos los ciudadanos y, como consecuencia, se reconoce explícitamente a los cristianos el derecho a gozar de esa libertad. El edicto permitía practicar la propia religión no sólo a los cristianos, sino a todos, cualquiera que fuera su culto. En la segunda se decreta restituir a los cristianos sus antiguos lugares de reunión y culto, así como otras propiedades, que habían sido confiscados por las autoridades romanas y vendidas a particulares en la pasada persecución.
Constantino, a pesar de favorecer a la Iglesia, continuó por un tiempo dando culto al Sol Invicto. En cualquier caso, el paganismo dejó de ser la religión oficial del Imperio y el edicto permitió que los cristianos gozaran de los mismos derechos que los otros ciudadanos. Desde ese momento, la Iglesia pasó a ser una religión lícita y a recibir reconocimiento jurídico por parte del Imperio, lo que permitió un rápido florecimiento.
 
TEXTO DEL EDICTO
 
“ Yo, Constantino Augusto, y yo también, Licinio Augusto, reunidos felizmente en  Milán para tratar de todos los problemas que afectan a la seguridad y al bienestar público, hemos creído nuestro deber tratar junto con los restantes asuntos que veíamos merecían nuestra primera atención el respeto a la divinidad, a fin de conceder tanto a los cristianos como a todos los demás, facultad de seguir libremente la religión que cada cual quiera, de tal modo que toda clase de divinidad que habite la morada celeste nos sea propicia a nosotros y a todos los que están bajo nuestra autoridad. Así pues, hemos tomado esta saludable y rectísima determinación de que a nadie se le sea negada la facultad de seguir libremente la religión que ha escogido para su espíritu, sea la cristiana o cualquiera otra que crea más conveniente, a fin de que la suprema divinidad,, a cuya religión rendimos este libre homenaje nos preste su acostumbrado favor y benevolencia.
Para lo cual es conveniente que tu excelencia sepa que hemos decidido anular completamente las disposiciones que te han sido enviadas anteriormente respecto al nombre de los cristianos, ya que nos parecían hostiles y poco propicias de nuestra clemencia, y permitir de ahora en adelante a todos los que quieran observar la religión cristiana, hacerlo libremente sin que esto les suponga ninguna clase de inquietud ni molestia.
Así pues, hemos creído nuestro deber das a conocer claramente estas decisiones a tu solicitud para que sepas que hemos otorgado a los cristianos plena y libre facultad de practicar su religión. Y al mismo tiempo que les hemos concedido esto, tu excelencia entenderá que también a los otros ciudadanos les ha sido concedida la facultad de observar libre y abiertamente la religión que hayan escogido como es propio de la paz de de nuestra época. Nos ha impulsado de obrar así el deseo de no aparecer como responsables de mermar en nada ninguna clase de culto ni de religión. Y además, por lo que se refiere a los cristianos, hemos decidido que les sean devueltos los locales donde antes solían reunirse y acerca de lo cual te fueron anteriormente enviadas instrucciones concretas, ya sean propiedad de nuestro fisco o hayan sido compradas por particulares, y que los cristianos no tengan que pagar por ello ningún dinero de ninguna clase de indemnización. Los que hayan recibido estos locales como donación deben devolverlos también inmediatamente a los cristianos, y si los que los han comprado a los recibieron como donación reclaman alguna indemnización de nuestra benevolencia, que se dirijan al vicario para que en nombre de nuestra clemencia decida acerca de ello. Todos estos locales deben ser entregados por intermedio tuyo e inmediatamente sin ninguna clase de demora a la comunidad cristiana. Y como consta que los cristianos poseían no solamente locales donde se reunían habitualmente, sino también otros pertenecientes a su comunidad, y no posesión de simples particulares, ordenamos que como queda dicho arriba, sin ninguna clase de equivoco ni de oposición, les sean devueltos a su comunidad y a sus iglesias, manteniéndose vigente también para estos casos lo expuesto más arriba (…). De este modo, como ya hemos dicho antes, el favor divino que en tantas e importantes ocasiones nos ha estado presente, continuará a nuestro lado constantemente, para éxito de nuestras empresas y para prosperidad del bien público. Y para que el contenido de nuestra generosa ley pueda llagar a conocimiento de todos, convendrá que tú la promulgues y la expongas por todas partes para que la conozcan y nadie pueda ignorar las decisiones de nuestra benevolencia”.
 
EDICTO DE  TESALÓNICA
 
En el año 380 el emperador Teodosio el Grande promulgó en Tesalónica la constitución Cunctos Populos que ordenaba a todos los pueblos la adhesión al cristianismo, convirtiéndolo en la religión oficial del Imperio
Mas detalladamente, los motivos por los que se promulgan los Cunctos Populos, son los siguientes:
- La mayor parte del pueblo romano ya estaba bautizada en el cristianismo, por lo que la institución definitiva del cristianismo era simplemente la certificación de este alto porcentaje de cristianos.
- El Imperio necesitaba una mayor unión, por lo que la religión unificaría todo el imperio. Probablemente, el Imperio se hubiera disuelto si no se hubiera unido por el cristianismo.
Con éstos motivos, Teodosio I, decidió bautizarse poco antes de que muriera. Por aquellos tiempos, si un Emperador o rey se convertía a una religión, todo el pueblo lo hacía detrás.
«Queremos que todos los pueblos que son gobernados por la administración de nuestra clemencia profesen la religión que el divino apóstol Pedro dio a los romanos, que hasta hoy se ha predicado como la predicó él mismo, y que es evidente que profesan el pontífice Dámaso y el obispo de Alejandría, Pedro, hombre de santidad apostólica. Esto es, según la doctrina apostólica y la doctrina evangélica creemos en la divinidad única del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo bajo el concepto de igual majestad y de la piadosa Trinidad. Ordenamos que tengan el nombre de cristianos católicos quienes sigan esta norma, mientras que los demás los juzgamos dementes y locos sobre los que pesará la infamia de la herejía. Sus lugares de reunión no recibirán el nombre de iglesias y serán objeto, primero de la venganza divina, y después serán castigados por nuestra propia iniciativa que adoptaremos siguiendo la voluntad celestial.»
Dado el tercer día de las Kalendas de marzo en Tesalónica, en el quinto consulado de Graciano Augusto y primero de Teodosio Augusto.
 



LA IGLESIA

 
 
NOTAS Y CARACTERÍSTICAS DE LA IGLESIA

Tal como rezamos en el Credo la Iglesia es

UNA:  Jesús fundó una Iglesia y ya en vida pide al Padre la unidad de ésta. (Jn.. 17, 11-23). Asimismo, Jesús emplea imágenes que reflejan la unidad al llamar a la Iglesia "Reino" (Mt. 12, 25); "rebaño" (Jn.. 10, 16); "familia que en sí dividida no subsistirá" (Mt. 12, 25). Esta unidad debe tener una triple manifestación: Unidad de Fe, Unidad de Gobierno y Unidad de Comunión.

SANTA:  La Iglesia es santa por su raíz (Dios) aunque pecadora por sus miembros. No obstante estamos llamados a la santidad, a la unión con Dios y a vivir en su Gracia.

CATÓLICA:  La palabra católica viene del griego y significa “Universal”. Jesús que nace en el seno de una religión, el judaísmo, que une la fe con la pertenencia a un pueblo y raza (sólo Israel es el Pueblo de Dios) no limitará nunca su mensaje ni su comunidad a una tierra. La Iglesia nace universal sin distinción alguna entre judíos, paganos…

APOSTÓLICA: nuestra fe se asienta sobre las enseñanzas de los Apóstoles a los cuales Jesús concedió la triple potestad de enseñar, santificar y gobernar su Iglesia hasta el fin de los siglos (Mt. 28, 18-20). Así pues la Iglesia debe ser apostólica: 1. En el Origen, es decir, que debe ser la misma hoy que la fundada sobre los apóstoles. 2. En la Doctrina, enseñando las mismas verdades que los apóstoles. 3. En la Sucesión, es decir, gobernada, instruida y santificada por los legítimos sucesores de los apóstoles

sábado, 24 de noviembre de 2012

PERSECUCIONES
Desde la segunda mitad del siglo I hasta el año 313 -y después en ciertas provincias- los cristianos en el Imperio Romano fueron perseguidos. En los primeros tiempos las autoridades cristianas no distinguían la doctrina cristiana de la judía. Así el historiador Tácito menciona las revueltas causadas en Roma en tiempo del emperador Claudio "por un tal Cresto", a quien cabe identificar con Cristo, como la causa de la expulsión de los judíos de la ciudad de Roma el año 44. Se suele afirmar que hubo diez persecuciones romanas contra el Cristianismo decretadas por diez emperadores: son las persecuciones de Nerón, Domiciano, Trajano, Marco Aurelio, Septimio Severo, Maximiano, Decio, Valeriano, Aureliano y Diocleciano. En realidad durante todo este periodo el cristianismo fue religión prohibida (religio illicita) y estuvo permanentemente bajo el riesgo de persecución dependiendo de la sensibilidad de los gobernadores provinciales del momento. Durante largas épocas había bastante tolerancia y la Iglesia tenía libertad de actuación, que era interrumpida por algunas detenciones y algunos martirios, lo que obligaba a los cristianos a pasar a la clandestinidad. Las diez persecuciones tradicionales son diez momentos en los que las autoridades centrales iniciaban épocas de persecuciones generalizadas. Con todo, nunca eran seguidas uniformemente por el Imperio: una vez más, el grado de cumplimiento de los decretos persecutorios del emperador dependía de cada gobernador. La intensidad de cada persecución también variaba de una a otra: la de Nerón probablemente causó unas decenas de muertos en Roma y no se sintió fuera de la ciudad, mientras que la de Diocleciano tuvo como finalidad exterminar el cristianismo y se empleó a fondo. Tanto fue el derramamiento de sangre que Diocleciano hizo acuñar una moneda con la inscripción «Diocleciano, emperador que destruyó el nombre cristiano». Es difícil dar un número de víctimas. El historiador inglés del siglo XVIII Edward Gibbon arroja un máximo de 2.000 víctimas cristianas durante la Gran Persecución (303-313) y supone un estimado total de 4.000. Hoy día los historiadores más solventes suponen unas cifras de algunos miles (seguramente menos de 10.000) en todo el periodo. Se conservan un buen número de actas de los juicios a los mártires (las Acta martyrum o actas de los martirios) que fueron -en la medida de lo posible- copiados cuidadosamente por los correligionarios de los mártires de los archivos oficiales y conservados en los archivos eclesiásticos. Sin embargo, la dispersión geográfica de las actas que nos han llegado es muy irregular porque en la persecución de Diocleciano se dio la orden de destruir estos registros. Este es el detalle de las diez persecuciones Primera persecución, bajo Nerón, alrededor del año 64: A Nerón el pueblo le atribuyó el incendió Roma; para escapar a la ira de la población, se le ocurrió culpar a los cristianos de este crimen. Fueron detenidos los cristianos de Roma y muchos fueron crucificados en el monte Vaticano, en las cercanías de Roma. San Pedro y san Pablo murieron en esta persecución. Segunda persecución, bajo Domiciano, alrededor del año 95: Este emperador tuvo fama de cruel y tirano en vida. Tercera persecución, bajo Trajano, alrededor del año 107: El papa san Clemente fue una de sus primeras víctimas; Simeón, segundo obispo de Jerusalén, fue crucificado; san Ignacio, obispo de Antioquía, fue arrojado a los leones en el anfiteatro de Roma. Plinio el Joven, gobernador de la provincia de Bitinia, envió al emperador Trajano un excepcional informe acerca de los cristianos, en el cual decía: «Se reúnen en ciertos días antes del amanecer para cantar himnos de alabanza en honor a Cristo, su Dios; toman juramento de abstenerse de ciertos crímenes y comen de un alimento corriente pero inocente» (presumiblemente alude a la comunión eucarística). Esta persecución continuó bajo Adriano, quien condenó a santa Sinforosa y a sus siete hijos a la muerte. Profanó los lugares sagrados de Jerusalén, y erigió estatuas de dioses paganos en el lugar del calvario y sobre el sepulcro de Jesucristo. Cuarta persecución, bajo Marco Aurelio, cerca del año 167: San Policarpo, discípulo de san Juan y obispo de Esmirna, sufrió martirio en la hoguera a los 86 años de vida. La persecución fue muy dura en Lyon y Vienne (Francia), donde fueron martirizados san Potino, primer obispo de Lyon, y Blandina, un joven esclavo. Quinta persecución, bajo Septimio Severo, alrededor del año 202.: A pesar de que este emperador había sido curado por un cristiano, se volvió en contra de ellos. San Clemente de Alejandría dijo de esta persecución: «Todos los días se queman y crucifican mártires antes nuestros ojos». San Ireneo sufrió en Lyon, santa Perpetua y santa Felicidad en Cártago. Sexta persecución, bajo Maximino, alrededor del año 236: Por razón de muchos terremotos, que los paganos atribuían al olvido de sus dioses, se demandó otra persecución de los cristianos al grito de «¡Los cristianos a los leones!». Dos papas, Pontiano y Antero, y muchos otros, sufrieron martirio. Séptima persecución, bajo Decio, cerca del año 250: Fue la persecución más sangrienta y sistemática hasta el momento porque quería terminar con la Iglesia matando a sus líderes, por lo que se dirigió especialmente contra los obispos y el clero. El emperador Decio la decretó con la excusa de que el cristianismo y el Imperio romano nunca podrían reconciliarse. Entre las víctimas se encuentran las vírgenes santa Águeda y santa Apolonia. San Cipriano escribió entonces que: «El emperador Decio se había vuelto tan celoso de la autoridad papal que dijo: «Prefiero tener un rival en mi imperio que escuchar de la elección del sacerdote de Dios (san Cornelio) en Roma». Octava persecución, bajo Valeriano, cerca del año 258: En Roma, el papa Sixto II y su diácono, san Lorenzo, fueron martirizados. Cuando se le pidió los tesoros de la Iglesia, san Lorenzo reunió a los pobres y los enseñó a su perseguidor diciendo: «He aquí los tesoros de la Iglesia». San Lorenzo murió asado en una parrilla. En útica, áfrica, 153 cristianos fueron arrojados a las fosas y cubiertos con cal viva. Novena persecución, ordenada por el emperador Aureliano, y que llegó a fin prematuro a causa de la muerte violenta de éste. Décima persecución, bajo Diocleciano, alrededor del año 303: Superó a todas las demás en violencia y crueldad. San Sebastián, tribuno de la guardia imperial, sufrió una muerte lenta al ser ejecutado con flechas. Santa Anastasia, la joven santa Inés de Roma, santa Lucía de Siracusa y muchas otras vírgenes consagradas obtuvieron el laurel del martirio. Santa Catalina, virgen noble y culta de Alejandría que reprochó al césar Majencio por su crueldad contra los cristianos y que refutó a los filósofos paganos de su corte, murió por la espada Las persecuciones acabaron en el año 311 mediante el Edicto dictado por el emperador Galerio por el que se permitía tolerancia al cristianismo, mediante el cual se reconoce a los cristianos libertad para practicar su religión y construir iglesias. Por su parte en el año 313 los Emperadores Constantino y Licinio promulgaron el llamado Edicto de Milán por el que se daba libertad al cristianismo. Desde ese momento la Iglesia pasó a considerarse una relligio licita y recibió reconocimiento jurídico por parte del Estado. No cesaron ahí las persecuciones, pues en diversas partes del Imperio hubo nuevas persecuciones. Entre ellas destaca la persecución organizada por el emperador oriental Juliano (361-363). Este emperador, bautizado cristiano, abjuró de su fe y persiguió a los cristianos, por lo que ha pasado a la historia como Juliano el Apóstata. Su persecución se hizo sentir sobre todo en Egipto y Asia. El obispo de Alejandría, el gran San Atanasio, debió exiliarse en esta persecución.

CRITERIOS 4º ESO

La Iglesia: concepto. Imágenes. Características. La Iglesia Apostólica: Primeras comunidades cristianas: organización, diaconado… San Pablo. Vida y conversión. Los viajes Las persecuciones y primeros mártires. Mártires destacados. Arte paleocristiano Cristianismo Oficial: Edicto de Milán y Tesalónica. San Agustín Concilios de Éfeso y Calcedonia. Formulación de dogmas San Jose Manyanet Año litúrgico: Adviento y Navidad