viernes, 1 de marzo de 2013

MONACATO




El monacato es la institución de vida contemplativa en la que hombres y mujeres buscan la santidad, sujetos a una regla común que predica la pobreza, la castidad y la obediencia debida al superior religioso.
Apareció por vez primera en Oriente, tomando gran fuerza en Egipto en el siglo IV, donde desarrolló sus dos grandes tendencias: la anacoreta y la cenobítica.
La constitución de la regla de san Basilio Magno (360) sirvió para unificar en gran medida el cenobitismo en toda la cristiandad oriental, que en tiempos de Teodosio experimentaría una enorme expansión.
En Occidente el movimiento monástico fue algo más tardío, aunque las causas del mismo serían en gran parte iguales a las del oriental. Sin duda el gran impulsor del monaquismo oriental en las Galias sería Martín de Tours,  pero sin duda el movimiento monástico de mayor trascendencia para el futuro sería el iniciado por Benito de Nursia, con la fundación hacia el 520 del cenobio de Montecassino, tras haber pasado por una propia experiencia anacorética.
Se consideraba a cada monasterio como una comunidad independiente bajo la autoridad de un abad. Rasgo característico de la regla benedictina fue la alternancia y mezcla de la labor contemplativa o intelectual con la actividad manual, sobre todo el trabajo en los campos dependientes del monasterio.
De este modo los monasterios benedictinos se convirtieron en importantes centros productivos, en los que se practicaba una agricultura más racional y rentable que en la generalidad de los dominios laicos. Además, los monasterios benedictinos se convirtieron pronto en centros de irradiación cultural y religiosa.

Para la evangelización de Europa occidental, la Iglesia tuvo a su favor una nueva institución surgida a principios del siglo iv: el monacato; con él hombres y mujeres buscaban la santidad mediante la vida en común, la pobreza, la castidad y la obediencia debida al superior religioso.
Desde los monasterios, los monjes realizaron una gran tarea de evangelización, tanto en los pueblos del entorno como en países lejanos. Los benedictinos evangelizaron Britania -misión encomendada por el Papa a san Agustín de Canterbury (596)- y Germanía -labor especialmente de san Bonifacio (680-754)- mientras que los monjes irlandeses catequizaron Escocia, Suiza y Lombardía.
Los monasterios fundados por los hijos espirituales de Benito de Nursia y de otros santos jugaron un papel excepcional en la salvaguarda de la cultura clásica y de la moral cristia­na. Sus monjes dedicaban gran parte del tiempo al estudio de las lenguas latina y griega, conservando las obras de los Padres de la Iglesia jun­to a la de escritores de la Antigüedad clásica. Copiaron y conservaron mi­les de pergaminos, tesoros de la fe y de la cultura. Además fueron centros de vida ascética y de propagación de los modelos morales cristianos en unas sociedades recién convertidas. 

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